En esta ciudad erigida sobre la montaña las calles se parecen a los pasillos y los pasillos a los laberintos. El trazo intrincado de S. prioriza en el placer estético del visitante, dado que es primordialmente turística. Agradable jornadas pueden disfrutarse sin salir de sus laberínticos pasajes o queriendo salir de acogedores claros donde de poco sirve estudiar los mapas (proporcionados generalmente por los anfitriones) pues son inexactos al punto en que se duda si pertenecen o no a la ciudad o si fueron hechos antes o después de la erupción del famoso volcán del que hablan las propagandas...
Al salir voluntaria o involuntariamente de alguno de estos barrios se puede tener la suerte de encontrar un puerto en picada, donde, otrora amantes de los interiores se dieron a la tarea de construir bellas puertas y ventanas que conducen al vacío de las cañadas, algunos hablan sobre una conspiración secreta que intentaba disminuir la población humana y otras fuentes aseguran que se instalaron para darles sensación de privacidad a las montañas que miran desde el otro lado del valle azul. Aquí el mar se desatormenta recordando las perennes miradas enamoradas de varias esculturas que atienden a cada uno de sus movimientos, sin perder detalle. Mientras, bajo el agua los peces conversan de pasados que fueron siempre más turquesas, más níveos...
Al salir voluntaria o involuntariamente de alguno de estos barrios se puede tener la suerte de encontrar un puerto en picada, donde, otrora amantes de los interiores se dieron a la tarea de construir bellas puertas y ventanas que conducen al vacío de las cañadas, algunos hablan sobre una conspiración secreta que intentaba disminuir la población humana y otras fuentes aseguran que se instalaron para darles sensación de privacidad a las montañas que miran desde el otro lado del valle azul. Aquí el mar se desatormenta recordando las perennes miradas enamoradas de varias esculturas que atienden a cada uno de sus movimientos, sin perder detalle. Mientras, bajo el agua los peces conversan de pasados que fueron siempre más turquesas, más níveos...
La población de la ciudad está conformada en su mayoría por gatos, perros, personas, aves, conejillos salvajes y algunos inmigrantes de especies diversas. La economía funciona convencionalmente, como tantas otras localidades: todos desempeñan algún oficio a cambio de un beneficio.
Durante mi estancia en S. conocí algunos guías de turismo felinos que dan paseos, describen monumentos, narran historias, todo con palabras abstractas de gato. Podría ser inaudito en otros lugares del mundo, pero estos guías son perfectos para los grupos de humanos nihilistas que han perdido la confianza en los significados.
Otra comunidad gatuna importante es la de la industria de la basura: existen verdaderos escuadrones de felinos que dedican su tiempo a la exhaustiva separación de los residuos en orgánicos e inorgánicos. Los más apasionados de su trabajo llegan a convertirse en verdaderos eremitas, que miran a los demás desde sus montañas de basura y huyen cuando alguien osa acercarse a distraerlos.
Estas tierras son conocidas por su liderazgo en la creación de comunidades sustentables: gran aportación de la comunidad canina en el desarrollo del autoempleo. Es admirable la templanza de los canes, que en tiempos de crisis, lejos de desesperarse y emigrar, organizaron memorables movimientos sociales y, frente a la locura del ocio, decidieron convertirse en Guardamontañas, (dado que no hay bosques cercanos) decidieron cuidar cuevas y matorrales, así como observar la adecuada erosión de las rocas volcánicas que caracterizan al paisaje. Así pues, es común escucharlos dar alarmas o saludos en códigos que sólo ellos comprenden.
Algunas especies son más propensas por su personalidad a realizar determinadas tareas, pero lo que encomiable de la población de S. es la entrega que cada individuo imprime a sus labores en favor de la ciudad.
He tenido la fortuna de conocer ciudades incomprensibles en distintas latitudes, pero pocas como ésta donde los murmullos de las aves se confunden con el sonido de las impresoras y los peces cuentan sus memorias de generación en generación, mientras sobre la tierra alguien más disfruta de una caminata desorientada en laberintos impredecibles de paredes blancas y azules.